viernes, 23 de marzo de 2018

Descubrimiento

Al abrir los ojos, se encontró con una habitación vacía. Es cierto que hace algunos años ya había habitado en ella, pero los sucesos recientes le impedían sentirse de nuevo en su hogar.
Es probable que le dejara todo al tiempo, que éste se encargara de poner las cosas en su lugar, pero la ansiedad, la tristeza y el hastío hacían mella en su pecho que un día creyó de acero.

Ya era demasiado tarde para arrepentirse, pero la condena y la culpa lo erosionaban día tras día. Ni siquiera las largas noches ante el monitor, o las pastillas podían sacarlo del abismo. El daño había sido grave.

Se preguntaba cuánto tiempo podría resistir así. Quizá no mucho. O quizá se tornara en un ente vacío, carente de sentimientos positivos, auto exiliado en la constante duda de un negro amanecer.

Los alimentos no le daban mas que un placer efímero, y el onanismo le resultaba carente de sentido, se estaba volviendo inmune a los estímulos de cualquier tipo y sólo quedaba el miedo. El miedo a desaparecer en el silencio.

A diario ponía música, en cualquier dispositivo disponible, para callar las voces en su cabeza, voces que le repetían su mala suerte, o sus malas decisiones. Trataba de ponerles un alto. Pero al llegar la noche, y cuando todos dormían, él volvía a su valle del silencio, y se consumía lentamente en las brasas de su error.

Tenía que lidiar con los rostros de quienes le esperaban emocionados, expectantes, dichosos y orgullosos de saberse dentro de su círculo, los mismos que desconocían sus crímenes y por tanto no le condenaban o reprochaban sus acciones.

Era un falso estandarte de rectitud, de humildad y de lealtad, siempre dispuesto a tender una mano a cualquiera que lo solicitase, como expiación de su verdadero deseo de soledad. Muchas personas lo veían como un ejemplo a seguir, otras con envidia, pero siempre daba de qué hablar, se había convertido en persona pública, y su imagen era la de un buen hombre.

Mas por dentro estaba desmoronándose, en la vorágine de sus pensamientos y en un incesante rumor de pasos que lo conducirían al Olvido. El espejo le obsequiaba  un rostro al que desconocía, un hombre que no era él, o al que no recordaba. No sabía cuándo se había disuelto su voluntad y cuándo o cómo había perdido el horizonte.

Vagaba como barco a la deriva, satisfaciendo los anhelos de aquellos que le increparan, sin ser capaz de negarse, y la inanición lo desollaba con cada latido, pero proseguía a paso firme, con la cabeza en alto, lo que le daba un aire jovial, aunque no tenía una idea de lo que iba a ocurrir con sus restos el día que el polvo lo consumiera.

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