martes, 27 de marzo de 2012

Espero encontrarte en el vacío.


Espero encontrarte en el vacío.

Sigo encontrando tu rostro desnudo en diferentes nombres. Es devastador permanecer con la falsa esperanza de hallar la sonrisa de tus labios en un centenar de cuerpos, incluido el tuyo que hace ya siglos no veía. Eres una enfermedad que calcina mis huesos.

Y no debo reprocharte nada... ¿Qué puedo decirte? ¿Puedo hablarte siquiera? No lo creo, es inútil hacerlo, no tiene caso mirarte, te has robado mis sueños de opio. Y en la hoguera de mi piel arden tus recuerdos, tan precisos como esta locura de estar amandote con cada sentido.

Qué pesada se torna la esperanza cuando no escuchas mis palabras. Y en la penumbra del mediodía de mi existencia, mis pasos huyen de la cordura y una vez más se empeñan en seguirte. Conozco de memoria tus huellas y la silueta de tu sombra, reconocen mis tímpanos el tono de tu voz y las yemas de mis dedos llevan tatuadas las llamas de tu ardiente piel.

Hoy le hago el amor a la muerte, a quien ansioso anhelo para ser libre de tu prisión. Pero su tibieza no me obsequia el sosiego pensado, sino otra llaga que transpira incesante tu nombre.
Incrédulo al murmullo del tiempo, hago hincapié a tus preguntas mientras el vértigo cubre mi pecho.


Qué implacables los meses de silencio y qué cruel realidad la que me envuelve, luego de saber que por tu lado hay nada, ni siquiera el eco de mi nombre. Y la Nada hace de mi cuerpo escombros, me transforma en un cascarón vacío, aturde mi consciencia y me lleva a un inmenso abismo cubierto de tu silencio sepulcral.

Bajo esta atmósfera me disfrazo de insomnio y se desdibuja mi sonrisa; mi yerto cráneo agoniza en vaivenes lastimeros. Cuchillos atraviezan mis sienes erosionadas por la intemperie de mil noches en vela tras tu puerta. Mis manos están resecas de tanto cavar en la hoquedad de mis costillas, mis desnudos labios que ya no pueden gritar las sílabas de tu sustantivo y que aguardan ser mutialdos por un beso tuyo.

Hoy soy parte de la lluvia de moscas fúnebres que orquestan tus latidos, soy roca erosionada por el golpeteo de tus olas, soy el repique de tu fiebre matinal que disloca la tranquilidad de tu aliento.
Eres rugido que incita a soportar inerte bajo la tempestad, a ser un ladrón de ilusiones y el motor de un sin fin de muertes.


Mi navío se ha quedado varado en el oleaje de tus caderas. La corriente se empeña en llevarme a tus pasos. Cada instante me aproxima a tu silueta perturbante.
Cierro los ojos y sigo observándote. Mis manos se estremecen por el miedo de estar
cerca de ti sin poder besarte; terrible es tu sonrisa molesta que me impide mirarte.

Me he convertido en aquello que fuiste hace un tiempo: un saqueador de sueños. Tantas noches te he llorado y hoy soy una lágrima de otras mejillas.
Hacer el amor es muy doloroso, deja marcas indelebles bajo la piel, en el centro de los huesos, provoca heridas profundas llenas de descomposición.


Recogeré el fruto de mis acciones, de las noches en vigilia esperando el regreso de la luna al dintel de mi ventana.
Besos esparcidos en el cielo nocturno de enero y una explosión que arrojó mis fragmentos al mar: muerte septembrina, vaso roto del que bebo tus besos de sal...
labios descarnados... bañados con cal.

viernes, 13 de enero de 2012

En la brevedad del insomnio

En la brevedad del insomnio

Esta tarde nublada de enero
tus ojos juegan con mis labios entre sueños;
recorro lentamente tu talle perfecto
y me olvido una vez más del tiempo.

Esta mañana esperando tus besos
Se vislumbraron satíricos cuerpos;
Ayes de ternura salpicados de insomnio,
Roces de invierno fugaz en movimiento.

Esta noche sólo hay un cuento,
no estás en él, pero sigues en mí.
A esta hora murmuran los gatos
que ya debo ir a dormir.