jueves, 14 de febrero de 2019

Sin un adiós.


En medio del delirio, la soledad y la noche, me encuentro lidiando con el recuerdo y el deseo. Una ansiedad tremenda que me impide cerrar los ojos y una tristeza que calcina los huesos.
Tu fotografía me hiere, al tiempo que me hunde en el insomnio y el cansancio de saber que no vendrás.
¿Por qué te fuiste sin decir adiós? ¿Qué es lo que hice mal? Tal vez fue el miedo a mostrarte mi fragilidad.
La noticia de tu partida al horizonte de mi abismo, me dejó helado y no lo comprendo. Mil días fuiste un pez elusivo y así concluyó la breve coincidencia de nuestros caminos: eludiendo la posibilidad de estrecharte fuerte y no dejarte ir.
Hay mucho en mí que nunca te dije, y ya no hay tiempo. Sólo me resta contemplar el sendero que a tu paso iluminabas; sólo resta esperar que en la otra vida nos encontremos.

Mis días no se calentarán más con el fulgor de tu sonrisa y la helada guadaña que te apartó de mi, será mi sentencia más anhelada. Me queda desearte un buen viaje y por supuesto, reservar para mi último suspiro, las letras de tu bello nombre.